Si has actualizado a Windows 11 o has montado un PC nuevo con este sistema operativo, probablemente te hayas preguntado: ¿realmente estoy aprovechando todo el rendimiento posible para jugar? Windows 11, aunque moderno y visualmente atractivo, trae de serie muchas funciones que están lejos de ser ideales para jugar, al menos si no haces unos pequeños ajustes, lo que lo convierte en uno de los sistemas operativos menos optimizados para este ámbito.
Así que, si notas que los juegos no van como deberían o simplemente quieres asegurarte de tener todo bien afinado, te explicamos paso a paso cómo optimizar Windows 11 para gaming y conseguir el mejor rendimiento sin sacrificar estabilidad.
Tabla de Contenidos
Windows 11 y los videojuegos:
Desde su lanzamiento, Microsoft ha querido vender Windows 11 como el sistema ideal para gamers. Y no es mentira: trae mejoras como Auto HDR o DirectStorage, pensadas para acelerar cargas o mejorar la experiencia visual en títulos compatibles. Pero también es cierto que incluye un montón de procesos en segundo plano, efectos visuales innecesarios y servicios que, si no se tocan, pueden afectar al rendimiento.
Por eso, más allá de tener un buen hardware, la clave está en dejar Windows 11 lo más limpio y optimizado posible para jugar. No se trata de desactivar todo a lo loco, sino de saber qué cambiar para ganar esos FPS extra o evitar stutters molestos.
Configura el Modo Juego correctamente
Aunque Windows 11 incluye un Game Mode o Modo Juego activado por defecto, muchas veces no funciona como debería, o simplemente pasa desapercibido. No está de más asegurarte de que esté activo y bien configurado:
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Ve a Configuración > Juegos > Modo Juego.
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Asegúrate de que está activado. Esto reduce procesos en segundo plano mientras juegas.
También es buena idea revisar la sección de Optimizaciones de gráficos para activar la aceleración de hardware por GPU si tu gráfica lo soporta.
Desactiva efectos visuales innecesarios
Sí, las animaciones y las transparencias de Windows 11 son muy bonitas, pero consumen recursos que no aportan nada al gaming.
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Pulsa Win + R, escribe
sysdm.cply dale a Enter. -
Ve a la pestaña Opciones avanzadas > Rendimiento > Configuración.
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Selecciona «Ajustar para obtener el mejor rendimiento» o personaliza desactivando todo salvo suavizado de bordes de fuentes si no quieres una estética tan tosca.
Esto libera RAM y reduce el uso de CPU en tareas visuales que simplemente no necesitas cuando estás jugando.
Mantén tus drivers actualizados, especialmente el de la gráfica
Parece una obviedad, pero tener los drivers actualizados (especialmente el de la GPU) es vital. NVIDIA, AMD e Intel lanzan versiones específicas optimizadas para ciertos juegos. Además, corrigen bugs que podrían estar arruinando tu experiencia sin que lo sepas.
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Para NVIDIA: usa GeForce Experience.
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Para AMD: Adrenalin Software.
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Para Intel: Intel Arc Control o desde su web oficial.
Y ojo: Windows Update a veces instala versiones genéricas o más antiguas, así que no te fíes solo de eso.
Cuidado con el antivirus y los servicios en segundo plano
Windows Defender es bastante eficiente, pero sigue teniendo escaneos en segundo plano que pueden generar tirones. Puedes hacer dos cosas:
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Activar excepciones para tus carpetas de juegos.
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Desactivar protección en tiempo real mientras juegas (aunque solo si sabes lo que haces y no vas a abrir cosas raras mientras tanto).
Además, ve al Administrador de tareas (Ctrl + Shift + Esc) y revisa la pestaña de Inicio. Ahí puedes desactivar aplicaciones que se abren al arrancar y que no necesitas (Discord, Spotify, etc.), para que el sistema esté más ligero al iniciar y cuando lances un juego.
Ajusta el plan de energía
Windows 11 por defecto usa un plan de energía equilibrado, que prioriza la eficiencia energética por encima del rendimiento. Esto no es lo ideal para jugar.
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Ve a Configuración > Sistema > Energía y batería.
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Cambia a Máximo rendimiento
En PCs de sobremesa, esto puede marcar una diferencia notable, sobre todo en juegos CPU-dependientes.
Desactiva funciones innecesarias como VBS o Hibernación
Windows 11 incluye una característica llamada Virtualization-Based Security (VBS), pensada para seguridad empresarial, pero que puede penalizar bastante el rendimiento en juegos (hasta un 5-10% en algunos casos).
Para ver si la tienes activada:
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Escribe «Información del sistema» en el buscador.
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Busca el campo «Seguridad basada en virtualización».
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Si está activada, puedes desactivarla desde Seguridad de Windows > Seguridad del dispositivo.
También puedes desactivar funciones como la hibernación si no las usas. Esto ahorra espacio en disco y evita que ciertos procesos se activen en segundo plano.
Considera desinstalar bloatware o usar herramientas como Debloater
Muchos PCs (sobre todo portátiles) vienen cargados de software innecesario: versiones de prueba, apps que no usarás nunca, herramientas del fabricante… Todo eso ralentiza el sistema.
Una opción es ir manualmente a Configuración > Aplicaciones > Aplicaciones instaladas y desinstalar lo que no uses. Pero si quieres algo más avanzado, hay herramientas como O&O AppBuster o Windows10Debloater (que también funcionan en Windows 11) para dejar el sistema lo más limpio posible.
¿Y qué hay del overclock?
Si te interesa ir un paso más allá y exprimes cada FPS, puedes hacer overclock a la GPU, CPU o incluso la RAM (si tienes perfiles XMP disponibles). Pero esto ya entra en terreno avanzado y, aunque puede ofrecer mejoras reales, también conlleva riesgos si no se hace bien.
Conclusión: un sistema limpio y optimizado marca la diferencia
Optimizar Windows 11 para gaming no requiere hacks mágicos ni tocar el registro a lo loco. Simplemente, necesitas saber qué quitar, qué activar y cómo preparar el sistema para centrar todos sus recursos en lo que importa: que tus juegos corran suaves y sin interrupciones.
Porque, al final, da igual que tengas una RTX 5070 si el sistema está saturado de procesos inútiles. Y lo mejor: muchas de estas optimizaciones son fáciles de hacer, gratuitas y no requieren ningún software adicional.
¿Has notado un subidón de FPS con estos cambios?


En PCs de sobremesa, esto puede marcar una diferencia notable, sobre todo en juegos CPU-dependientes.